Una ciudad con alma gastronómica
Pablo García-Mancha
Logroño es una ciudad con alma gastronómica, un enclave en el que de alguna manera, la cocina, los vinos y las rutas de pinchos se dan la mano con el devenir cotidiano de sus habitantes, de sus productos y de sus ganas de vivir la vida. Comer es una tradición arraigada en la capital de una región que suspira por una cocina profunda en las que la estaciones marcan costumbres y afanes, ritos, labranzas y también los ritmos de los pucheros para la pitanza porque en esta tierra de vinos y tomates, de setas, legumbres y verduras, el alimento del cuerpo no se deja nunca al libre albedrío ni a la improvisación. La Rioja es un vergel y eso se reproduce milimétricamente casi en cada hogar y en cada momento. El abanico gustativo es sorprendente y Logroño, como capital y cónclave de todos los espacios de La Rioja, tiene la capacidad de aglutinar en sus calles todas y cada una de las pequeñas culturas gastronómicas que se dan cita en los siete valles.
En la tradición logroñesa hay muchas fórmulas para disfrutar de la comida, pero una de las costumbres ancestrales son las rutas de pinchos, en las que las especialidades y los aromas se dan la mano en dos circuitos tradicionales pero increíblemente distintos entre ellos: la calle Laurel (mítica y universal) y la zona de la calle San Juan, antaño la más concurrida por los propios logroñeses pero ahora surcada cada día por amantes de la gastronomía que buscan también la autenticidad y la sofisticación. En Logroño abundan los restaurantes tradicionales donde comer unas verduras absolutamente memorables, casas de toda la vida que hacen del clasicismo su mayor virtud: asados, parrillas, sarmientos, pescados… Una oferta que desde hace unos años también ha apostado por la cocina de vanguardia como demuestra que en el plazo de dos años la Guía Michelin haya otorgado dos de sus estrellas a sendos locales de la ciudad: Kiro Sushi, un itamae que se ha convertido en la mejor barra de sushi de España; e Íkaro, un restaurante que combina la tradición de la cocina vasca, riojana y ecuatoriana con la vanguardia más incisiva. Pero hay más, ya que en Logroño se encuentra la heladería Della Sera, considerada como la número uno del mundo en la cocina con temperatura negativa artesanal. Toda una obra de autor de Fernando Sáenz Duarte, el heladero más rompedor del planeta.
Logroño es un secreto a voces gastronómico, un lugar para descubrir infinidad de posibilidades en las que comer se convierte en un verdadero ejercicio para los sentidos.